La Butaca Mágica

Para alguien como yo que cada mañana se levanta con la cabeza cargada de millones de historias enmarañadas, complejas y reales, es difícil despertar teniendo claro quién o qué soy, donde, cómo o cuándo estoy y entender qué o cuál es el mundo “real” que hay a mi alrededor. Si por casualidad uno anda cambiando de cama, de casa, de ciudad, de país cada cierto tiempo entonces la cosa se complica terriblemente.

Proust comenzando “En busca del tiempo perdido” dice que - “Cuando un hombre está durmiendo tiene en torno a él, como un aro, el hilo de las horas, el orden de los años y de los mundos. Al despertarse, los consulta instintivamente y, en un segundo, lee el lugar de la Tierra en que se halla, el tiempo que ha transcurrido hasta su despertar, pero estas ordenaciones pueden confundirse y quebrarse”. Las personas se confunden si despiertan un fin de semana temprano en la mañana, tal vez un domingo, y por algunos instantes al abrir los ojos creen tener que salir corriendo para un nuevo día laboral, unos segundos después se dan cuenta del error y vuelven a sumergirse en sus sueños.

O tal vez, sigue Proust, la persona “se adormila en una postura aún menos usual y recogida, por ejemplo, sentado en un sillón después de comer, entonces un trastorno profundo se introducirá en los mundos desorbitados, la butaca mágica le hará recorrer a toda velocidad los caminos del tiempo y del espacio, y en el momento de abrir los párpados se figurará que se echó a dormir unos meses antes y en una tierra distinta”.

Mi caso es aún más complicado. Para mi cada noche, cada cama o cualquier lugar donde duerma es una “butaca mágica” que me introduce recurrentemente en otros mundos, otros tiempos, otros personajes. A veces yo misma, o casi yo, recorro lugares que me eran familiares en otras épocas, colegios, universidades, ciudades por las que pasé, en los que viví. Yo en mi propio cuerpo, en años pasados, o casi presentes, revivo algunas situaciones y las vivo de manera diferente a como mi recuerdo (in)consiente las guarda.

Otras veces voy a lugares totalmente nuevos, ciudades que nunca conocí (Londres, Paris, Brasilia, Gotemburgo, México DF, Hawai, Barcelona, Madrid) y estoy ahí, siendo yo misma y viviendo mi propia vida, o a veces tengo una vida diferente. Soy Analista de seguridad, ejecutiva, barman de un hotel, funcionaria de un banco, ladrona profesional, escritora famosa, estudiante de cualquier cosa. A mi alrededor las personas hablan otros idiomas y, a veces, yo también los hablo (aunque tal vez sea siempre un español o portugués que parece Alemán, Francés o sueco).

En esos mundos me encuentro con viejos conocidos, con amigos de tiempos pasados o presentes, con familiares de sangre, con antiguos compañeros de trabajo, de colegio, de deporte. Con conocidos de mis conocidos, con caras que ya vi, con la mujer que me vende el café y que apenas reconozco, pero que en mi universo nocturno resulta mi gran amiga y confidente. Tal vez soy amante del desconocido que alguna vez paso caminando a mi lado, o hermana del personaje secundario de alguna película renombrada o mal recibida por la crítica.

Cuando despierto de esos sueños soy yo la que despierta, aunque abro los ojos en Londres, en Paris o Gotemburgo, vivo en un apartamento, un una casa, en una residencia estudiantil, en la casa de mis padres o en un hotel y debo salir a trabajar como espía del gobierno, en el crucero transoceánico, en la barra de licores del hotel, o en el gran Banco Alemán. Y me aquejan problemas complejos como el idiota borracho que no pagó la cuenta, la mujer extraña con acento Sueco que camina a mi lado, las cuentas que no pagué, el examen de física que no estudié, la tarea del colegio que nunca hice.

Darme cuenta que estoy en esta pequeña esquina del mundo, en mi propios espacio, siendo quien soy me lleva algunos segundos, a veces unos minutos, a veces media hora. Mirando cuidadosamente al techo intento pensar con “cabeza fría” como resolver los problemas de la Laura del universo nocturno y algo de mi alrededor me llama a la “cordura”, el toldillo que cuelga del techo, el gato que ronronea a mi lado, el largo cabello medio rubio que no es mío. ¡Ah, soy yo, si yo! ¡Fantástico, no tengo que hacer ese maldito examen! ¡Que horro, justo ahora que resolví el enigma!...Y poco a poco vuelvo a mis otros problemas, a mis otros exámenes, a mis propios enigmas.

Pero otras veces no soy yo. La butaca mágica me lleva a otros cuerpos, a veces humanos (mujeres, hombres, niños, ancianos), a veces animales (perros, peces, aves), a veces fantásticos (dragones, extraterrestres, vampiros, cosas). Ataco mundos, vuelo calmadamente sobre el océano buscando la rama de un árbol para descansar, reposo en una mecedora viendo mis manos arrugadas tejer bufandas, voy atacando mujeres desprevenidas en la ciudad para morder placenteramente sus cuellos y succionar lentamente su dulce y cálida sangre.

Despertar de esos sueños es trágico, difícil y doloroso (a veces más para quien está a mi lado). Abrir los ojos siendo un vampiro sediento de sangre en medio de un cuarto iluminado por el sol, no solo es extraño sino altamente peligroso. Encontrarse acostado boca arriba sin pisca de agua alrededor es doloroso para una gran ballena azul. Tener dos piernas, ni una sola pluma y ninguna ala es terriblemente triste para un águila real que vuela a ras del mar azul verdoso dejando que la punta de sus garras roce sutilmente sus aguas. Tener que levantarse a “vivir” sin tener arrugas en las manos y aquella sabiduría y paciencia de los años de una anciana tejedora, da mucha pereza y cansancio, y es fastidioso tener frio o calor y ropa encima cuando se es un perro callejero y libre.

Volver a mí es un sacrificio, hay que olvidarse totalmente de lo que es ser otro, es como abandonarme, traicionarme y aterrizar sin más en mi corpórea humanidad. Volver a mis pensamientos, sensaciones, inquietudes e intereses es demorado. Aún mientras tomo café viendo el mundo despertar, o mientras me ducho, o camino rumbo a mi rutina, me parece que hay algo que no encaja, hay una sensación de desconcierto, de ajeno, de añoranza.

Pero así como llega, se va. Y poco tiempo después estoy de nuevo sumergida en mí, en mi vida despierta, en mis propias investigaciones, mis propios sentimientos, mis propios pensamientos, Estoy conectada al mundo (tanto como es posible) y a mi cuerpo y mi vida sin siquiera preocuparme por los pesares, problemas y dolores de todas esas personas, bichos, cosas, mundos que viven allá en ese cosmos nocturno que me posee cada noche al cerrar los ojos.


Comentários

  1. Ótimo, Laura! Estava com saudades da tua escrita!
    Hoje mesmo eu acordei mãe adotiva de duas filhas de uma assassina! Que alívio não ter os receios de uma nova mãe adotiva!
    Nossos sonhos continuam malucos! Hahaha!
    Muito bom acordar todos os dias saudável e tendo as mil possibilidades da realidade, apenas deixando o travesseiro vazio!

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  2. Hola. aún escribes?

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