Solidaridad


Sí, definitivamente se van. Están terminando de sacar las últimas cositas. Eran los únicos que quedaban. Ahora solo hay migrantes. 

 

Miledys va a darle maíz a las gallinas y vuelve a asomarse a la puerta.

 

En donde los pastores de la iglesia están los cubanos, en la casa de Mariela y en donde los Umaña, los haitianos ¿A quiénes le arrendarán la que están desocupando? Mejor a los cubanos que ellos sí hablan como uno, porque a los haitianos no se les entiende nada".

 

Siente una extraña sensación, como si la próxima en irse fuera ella. Se persigna.

 

Gracias virgencita por mi casita ¡De aquí no me sacan, no señor! ¿Qué tal lo que dijo Mara la de la tienda? «Doña Miledys, por qué no se va a vivir allá con su sobrina la que vive por Techos Verdes y arrienda su casa?, ahí le caben cinco, le pagan en dólares y se hace su platica». 

 

Cierra la puerta, vuelve al solar y comienza a regar las matas.

 

A mi no me saca nadie de esta casa ¿arrumada allá en casa ajena, y por donde hace un calor insoportable? Aquí al lado de la playa hace fresquito y lo de uno es de uno.

 

Revisa el agua que todavía le queda en los baldes. Recoge un poco en una olla para comenzar a preparar la masa.

 

¿Y si el agua no viene el fin de semana? Ya son casi diez días y ni una gota de la llave, ojalá que llueva esta tarde pa’ llenar la batea. 

 

Mira al cielo. Despejado y claro. 

 

En Necoclí siempre falta el agua, pero con los migrantes es peor. No hay agua pa’ tanta gente. No hay nada pa’ tanta gente. Colas y colas pa’ pagar en el mercado, pa’ hacer el chance, pa’ comprar cualquier cosita. Por todo lado están los haitianos, sacando plata, comprando, tienen todo lleno. Como le conté a Danielito que me llamó ayer, ni en la peor de las temporadas el pueblo estaba así, ni en las Fiestas del Coco.

 

Por la tarde, se asoma otra vez, están llegando a la casa vacía, son haitianos. Cuenta diez. El olor de las galletas de limón la regresan al patio de su casa.

 

¡Ya están listas! 

 

Las saca del fogón de leña, las deja enfriar y las empaca con cuidado en hojas de bijao.

 

Treinta en total, espero que hoy no sean más.

 

La noche avanza. El sonido de la lancha es la alerta. Miledys sale con su canasto lleno de galletas de limón. Van pasando rápido con sus maletas, botellas de agua, cajas. Ella les entrega las galleticas, las reciben y le agradecen con prisa. Cuenta al menos cinco niños. Mira al horizonte hacia el Chocó y más allá hacia las montañas en Panamá. El mar en el golfo de Urabá hoy parece tranquilo. Suspira, cierra los ojos hace una plegaria, espera que no se arme un mal tiempo y al menos hoy todos lleguen vivos.

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