PERDER PARA GANAR

Ese fue el título que le di a un trabajo final de una de las disciplinas de la maestría del semestre pasado. El tema era la dádiva de Mauss y la economía solidaria. Sé que es una frase trillada pero aguanta para hablar de un tema que me tiene pensando ya hacer varios días. ¿Cómo se asume eso de ser extranjero? ¿Que se apropia de lo nuevo (nueva cultura, nueva lengua, nuevas cosas)? y ¿que se mantiene de lo que hasta ahora era parte de uno (una cultura vieja, una lengua madre, unas costumbres etc.)?

Primero hay que reconocer que cuando uno llega a un lugar y especialmente a un país nuevo, carga una maleta enorme de imaginarios, de preconceptos, de ideas basadas en lo que otros dijeron , lo que se mueve en los medios o de los pocos encuentros con personajes originarios de esos lugares, que también fueron extranjeros. No voy a negar que Brasil es un país que genera una tonelada de imaginarios que se mueven entre el “buen futbol”, “el carnaval y las garotas con tanga brasilera que lo menean en las escolas de samba” “hermosas playas” “cierto libertinaje sexual”, “licor bueno y barato” y “violencia drogas y armas en las favelas cariocas”. Claro, no son todos los imaginarios, pero sin duda son los más “famosos”. Una extranjera promedio como yo empieza a descubrir poco a poco, que Brasil es mucho pero mucho más que eso y especialmente que este país como quizás todos, es muchos países en uno solo y no hay como hacer generalizaciones. Pero el punto es que lo primero que se vacía apenas se llega a un país nuevo es esa maleta de imaginarios y prejuicios.

La otra gran maleta que se carga es la que tiene “lo que somos” nuestras costumbres, el idioma que hablamos, las expresiones que nos caracterizan, las cosas y la forma que comemos, la música que escuchamos, la ropa y la forma en que vestimos, la manera en que nos relacionamos con los demás, las cosas en las que creemos, nuestras certezas e incertidumbres…en fin, lo que hasta ahora hemos creído que somos… nuestra cultura. Esa maleta es pesada y la cuidamos con ahínco. Pero apenas ponemos un pie en el nuevo “mundo” su contenido empieza a moverse, a vaciarse o a reafirmarse en su interior. A cada rato podemos revolcar todo en esa maleta o podemos dejarla exactamente igual, en realidad de eso depende la actitud, la forma o el estilo en que seamos “extranjeros”.

Hay quienes prefieren não mexer muito en esa maleta, o sea mantener resguardado lo más posible “sus cosas”, escuchar la misma música que ya escuchaban antes de salir de sus lugares de origen, intentan no cambiar mucho la comida, no probar mucha cosa nueva, si suena y parece diferente y muy extraño mejor no intentar. Hay otra opción, la completamente radical a esta, que es mexer muito en la maleta, hacerse el nativo, intentar cambiar todo lo que esta adentro de la maleta, intentar jugar de “local”, eso funciona especialmente cuando se es extranjero por poco tiempo o con algunos antropólogos Bogotanos en la Amazonia, que se “convierten” rápidamente en indígenas (o por lo menos eso creen).

Pero lo mas común es que los extranjeros se muevan (nos movamos) en un continuum que va de uno de estos lados hasta el otro y que pongamos algo nuevo en la maleta, como una nueva comida, una nueva banda musical, una nueva manera de saludar o de bailar o alguna nueva grosería para decir cuando chocamos el dedo pequeño del pie contra la cama. Pero también que aseguremos con fuerza cosas que siempre habían estado en la maleta y que no habíamos notado, como el acento o el gusto por algunas bandas de música, el apego a algunas personas, a ciertas comidas, a ciertas formas de relacionarnos con el mundo y aunque parezca ridículo a ciertas marcas de ropa o de desodorante o de café (como en mi caso).

Pero también ocurre algo que es maravilloso y es la generación de un conjunto de nuevas cosas hibridas que surgen de la mescla entre lo que ya teníamos y lo que aparece nuevo: una nueva comida en medio de nuestros platos “típicos”, una mescla de pasos de otras danzas en medio de nuestros bailes, accesorios nuevos en las formas habituales de saludar o de acercarnos a las personas. Y solo para dar un ejemplo de mi caso particular, colocar una cosita dulce como un bolo de naranja en medio del salado desayuno típico bogotano, o un paso de forro en medio del merengue, o un ¿todo bien? y un “abracito brasilero” como inicio un saludo en español colombiano promedio, o un movimiento particular de manos (que aquí hacen mucho) para expresar que “puede ser cualquier cosa”, y como los encuentros culturales nos son solo con Brasil, porque estoy rodeada de otras culturas y nacionalidades, también he adquirido una “hora del mate” después del  habitual tinto… Pero para ser justa debo aceptar que no se trata solo de cosas, comidas, músicas o maneras de moverse, lo que se mueve allá adentro en la maleta, lo que se suelta, lo que se gana o lo que se hibrida son esencialmente formas de pensar, valores y un montón de otros aspectos profundos que hacen parte de lo que somos.

Al final la forma en que somos extranjeros es una escolha como dirían aquí, se trata de tomar decisiones, se trata, como decía en el titulo de mi trabajo, perder para ganar, porque el primer paso para empezar a mexer en esa maleta es aflojarla, es hacer espacio, o sea deshacerse de cosas que parecían esenciales, para ganar otras nuevas que posiblemente conformaran desde ahora (hasta un nuevo momento de ser extranjero) lo que somos.

Comentários

  1. Jaime A.11:14 PM

    Leyendo el título rápido parece una frase de Maturana ("perder es ganar un poco"). =)

    Muy interesante el texto. Entiendo y concuerdo plenamente con tus palabras. Y con una frase del filosofo de la antigua China y creador del taoísmo, quisiera acrecentarle a tu escrito estas palabras:

    "Para ganhar conhecimento, adicione coisas todos os dias. Para ganhar sabedoria, elimine coisas todos os dias." - Lao-Tsé

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