¿Bailamos?

Estoy casi segura que en algún momento de la historia, mejor de mi historia, me enseñaron que son los hombres quienes sacan a bailar a las mujeres. No tuve una clase en el colegio sobre el tema, ni recuerdo a mis padres diciéndomelo, pero me parece que así fue. O por lo menos así actué la mayoría de las veces que salí a bailar. Especialmente cuando salí sola o acompañada sólo de mujeres, porque cuando salí en grupo con amigos y amigas, siempre fue más fácil coordinarnos para bailar.

El hecho es que me parece que en algún momento alguien me programó para esperar en el bar a que algún hombre (desconocido) me sacara a bailar, es como si fuera la regla común, la que todos conocen. Las mujeres esperan sentadas en la mesa, de pie cerca a la barra o en los alrededores del bar, haciéndose las desinteresadas, mientras los hombres deambulan con la mirada, buscando posibles candidatas, evaluando, midiendo, contando y luego se lanzan con valor, estiran la mano y preguntan ¿bailas?.

Invitar a bailar es todo un ritual y depende de contextos y códigos culturales, que son sutiles y a veces difíciles de percibir. En San Andrés por ejemplo es normal que el tipo del otro lado del bar te invite a bailar desde lejos, haciendo una seña con la cabeza o con la mano, como escogiendo un producto del escaparate desde la puerta de la tienda. Y en Turbo por ejemplo ocurre todo lo contrario, el chico viene hasta ti y sin preguntarte, sin hablarte y sin dudar, te agarra la mano y te lleva hasta la pista, como si hubiera cazado una mansa presa a ser devorada.

Pero no crean que las mujeres que esperamos a ser invitadas a bailar somos apenas unas mansas palomas a ser cazadas, y como bien lo saben los hombres que se “atrevieron” a invitarnos, nosotras tenemos la opción de decir que no. Pero admitámoslo, es duro recibir una negativa, porque hay que tener cierto valor para atravesar el bar, interrumpir una conversación, romper el cerco de amigos y amigas, extender la mano...y entonces recibir un no como respuesta. Debe ser frustrante ¿no?

Yo sé que la mayoría de las veces salir a bailar es un acto con más interés que el simple hecho de bailar, aquí por ejemplo, muchas de las brasileras y brasileros bailan para poder “ficar” con alguien y por eso antes evalúan muy bien su °presa”. Pero hoy aquí me refiero al simple y maravilloso acto de bailar, sin ningún otro interés que moverse al ritmo de la música, divertirse un rato y por qué no, tal vez conocer a una que otra persona.

Pero gente, es terriblemente aburrido esperar (haciéndose la interesante) a que un chico se atreva a invitarnos a bailar. ¿no les parece?. Yo quiero bailar, pero odio ser evaluada de pies a cabeza y tener que “venderme” un poco, para que me saquen. Así que desistí, cambié de estrategia y resolví ser yo la que toma la iniciativa.

En estos días salí con un par de amigas a un bar en la Lagoa. Tocaba una de las bandas de forró Universitario más famosas de brasil: Rastapé. El lugar estaba lleno, la música excelente, pero habían muchas más mujeres que hombres. Compramos unas cervezas y unas caipirinhas y dimos unas vueltas por “la zona”. Nos acomodamos en un lugar estratégico de la pista donde podíamos ver la banda y bailar sin líos.  Esperamos. Pero pasó una, otra y otra canción y nosotras continuábamos allí esperando.

Entonces me aburrí. Le entregué mi trago a una amiga y le extendí la mano al chico que estaba parado a mi lado diciendo ¿queres dançar? Lo peor que podía pasar era que el loco dijera que no o que fuera un pésimo bailarín, lo cual no era tan malo teniendo en cuenta que mis habilidades en el forró no son las mejores. Pero ante esas dos posibilidades las salidas eran fáciles, si decía que no invitaba a otro y si bailaba muy mal pues sólo tendría que aguantarlo por una canción, luego diría “obrigada” y volvería por mi Heineken. No era tan terrible. Pero por el contrario, el chico asintió con una sonrisa y extendió su mano agarrando la mía. No era el mejor bailarín del mundo, pero tenía buena onda. Al final me dio un abrazo mientras me agradecía por el baile. Adoré el asunto.

Volví triunfante donde mis amigas, tome algunos sorbos de cerveza y regresé “al ruedo”. Pasé así casi toda la noche. Saqué a bailar a quien quise, cuando quise y fue realmente más entretenido que esperar. Ya lo había hecho algunas otras veces, en algunos otros lugares, pero sólo con uno u otro chico que me llamaban la atención. Pero no lo había hecho como plan de toda la noche y por el simple hecho de bailar y divertirme. Foi bem Legal!!!

Creo que lo más divertido del asunto, aparte de bailar toda la noche, fue ver la reacción de los chicos a los que saqué a bailar. Algunos me miraron un poco sorprendidos y salieron a bailar como si nada, otros se mostraron aliviados, como si les hubiera quitado un peso de encima y hubo quienes agradecieron por el hecho. El punto es que ninguno me dijo que no, tal vez ellos entienden perfectamente lo frustrante que puede ser una negativa, o tal vez simplemente, querían bailar y estaban tomando aire para volver a invitar a alguien, cuando fueron sorprendidos por mi.

En fin, debo decir a estas alturas que me parece totalmente desgastada esa programación interna que no sé por qué motivo tengo, que dice que son ellos los que invitan a bailar, o por lo menos la mayoría de las veces. Es más interesante cuando la cosa nace desde cualquiera de los lados, si ella quiere va y saca a bailar al chico, o al contrario, incluso no debería ser una cuestión de género, cualquiera podría invitar a bailar a cualquiera, sean hombres o mujeres. No importa, el objetivo es bailar, pasar un buen rato, no importa quién invita a quién.  Pero en fin, definitivamente esperar y ser medido, evaluado y contado, es jartísimo, prefiero tomar la iniciativa, así que...qué dicen ¿bailamos?


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