Amar la trama más que el desenlace o viajando hacia Ítaca

ITACA
Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca
debes rogar que el viaje sea largo
lleno de peripecias, lleno de experiencias.
No has de temer ni a los Lestrigones, ni a los cíclopes
ni a la cólera del airado Posidón.
Nunca tales monstruos hallarás en tu ruta
si tu pensamiento es elevado, si una exquisita emoción
penetra en tu alma y en tu cuerpo.
Los Lestrigones y los cíclopes
y el feroz Posidón no podrán encontrarte
si tu no los llevas ya dentro, en tu alma,
si tu alma no los conjura ante ti.
Debes rogar que el viaje sea largo
que sean muchos los días de verano
que te vean arribar con gozo, alegremente
a pozos que tu antes ignorabas.
Que puedas detenerte en los mercados de Fenicia
y comprar bellas mercancías:
madreperlas, coral, ébano y ámbar,
y perfumes placenteros de mil clases.
Acude a muchas ciudades de Egipto
para aprender y aprender de quienes saben.
Conserva siempre en tu alma la idea de Ítaca:
llegar ahí, he aquí tu destino.
Mas no hagas con prisa tu camino;
mejor será que dure muchos años
y que llegues ya viejo a la pequeña isla,
rico de cuanto habrás ganado en el camino.
No has de esperar que Ítaca te enriquezca:
Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje;
sin ella jamás habrías partido;
mas no tiene otra cosa que ofrecerte.
Y si la encuentras pobre Ítaca no te ha engañado.
Y siendo ya tan viejo, con tanta experiencia,
sin duda sabrás ya, que significan las Ítacas.
(Constantino Kavafis)

Salí a andar hace casi un año y medio con destino a una Ítaca. La excusa una maestría. El lugar: una isla al sur de Brasil. Las expectativas: todas. Vivir en otro país, conocer gente nueva, aprender un idioma, aprehender de las experiencias y conocimientos de otras personas en otros contextos y otras situaciones, vivir e inventar una vida nueva, encontrarme o reencontrarme, ver a Colombia desde afuera, volver a vivir la vida de estudiante, resolver un montón de preguntas que varios años de trabajo con la gente, con las instituciones, con los problemas, con la guerra, con el poder, con el control habían quedado sin respuestas y necesitaban tiempo y espacio para resolverlas, quizás para verlas de otra forma o simplemente para entenderlas. Re-encarretarme con la sociología o con otras disciplinas y bueno... cualquier otra cosa que viniera por el camino también sería bienvenidísima.

Cañon del Río Melcocho - El Carmen

Lo bueno de la vida, del tiempo, de enredarse y enamorarse de las personas y de andar andando es que normalmente nada es como uno lo imagina, ni como lo sueña. Y eso suele ser completamente encantador y reconfortante. Ya mi estadía en Floripa me lo había demostrado de la mejor manera posible. Pero ahora estoy viviendo otra situación. Empece hace unos meses un nuevo momento en este andar, un momento más volcado a mi investigación, fuera de las aulas y de nuevo cerca a las personas, a las instituciones, a los problemas a la guerra y al control, pero también en el descontrol del asombro y de la espontaneidad de la vida fuera de la academia. Un momento de reencuentro con otro mundo o mejor con otros mundos que se la juegan, se pelean, se encuentran y se desencuentran cotidianamente para darle formal a la vida, a esa que la academia intenta de todas las maneras posibles entender, recrear, pensar, resolver.

Para mi, la balanza tiene que estar equilibrada, la universidad y la academia y la sociología deben estar cerquita de la vida, de la gente, de los problemas. No son opuestos. Son dos caras de una misma moneda. Y uno de esos lados estaba sintiéndose cojo. Sobredosis de libros, de teorías, de clases, de seminarios, de discusiones, ahora van encontrando su equilibrio con una nueva sobredosis de “realidad”.

Camino al Porvenir
Supongo que debe ser reconfortante ganar un título de posgrado, o sentir que un objetivo se ha cumplido, o vivir justo ese momento después de entregar la tesis a la universidad y sentirse “libre” de nuevo. Pero he aquí la delicia de viajar hacía Ítaca, no se trata de llegar, se trata de recorrer, como bien dice Drexler, se trata de amar la trama más que el desenlace. Y debo aceptar que me fascina cada momento de mi maestría. Y este particular que estoy viviendo, me tiene maravillada.

A veces puede ser un poco solitario y confuso, enredado y frustrante, pero delicioso. Esa es una de las mejores cosas de las humanidades, que tienen que ver con personas, y los encuentros con personas son siempre improvisados, impredecibles y asombrosos. Por más que uno planee de la mejor manera, o tenga buena imaginación, siempre va a ser sorprendido. En el camino siempre hay situaciones que resolver, personas sabias de las cuales aprehender, paisajes preciosos escondidos entre los bosques, entre las montañas, entre las ciudades, palabras amables de completos desconocidos, comidas por descubrir, sonidos nuevos, silencios profundos, sonrisas, regaños, malentendidos, invitaciones a comer, historias increíbles, buenos vinos, muchas risas, cervezas y charlas que uno nunca quiere que se acaben, bailes, músicas, fiestas. Hacer “trabajo de campo” es una delicia. ¿No les parece?

Con mi gran maestro Adrian
No voy a decir que es fácil. Al final el mundo es enorme (and salvation lurks around the corner como bien los demuestra la fabulosa película de Stephan Komandarev) e intentar cercar un pedazo para entenderlo o explicarlo es mucho más que una odisea. Uno se pierde claro... ¿por qué elegí ese tema? ¿Será que los objetivos tenían sentido? Pero si los problemas importantes parecen ser otros y no los que yo propongo, que que se derrumbó la vía y no hay como llegar a la vereda, que hay tanta información junta que ya no sabes más qué era lo que querías saber...en fin.

Y aunque hay días en que tienes demasiada información en la cabeza, los pies adoloridos de caminar, poca (o demasiada) comida en la panza, has sufrido un voraz ataque de cientos, miles, o tal vez millones de naivis (también conocidos como aradores o coloradillos, “esplendidos” ácaros que se insertan entre la piel y te torturan sin compasión), o por algún motivo, no consigues hacer la pregunta precisa y recibes apenas “sis” o “nos” como respuestas, o tienes un poco de miedo porque algunos de los actores armados han estado por ahí merodeando(te). Tal vez lo más difícil es intentar mediar o acercar esos dos mundos que parecen tan distantes: el de la academia y el de la “vida”, por llamarlo de alguna forma. Es intentar encontrar o entender y transmitir un sentido a lo que se hace, más allá de una tesis o de una publicación o del simple interés de saber. Es intentar encontrarle el “ladito” a la labor de la academia, de investigar, de organizar, de preguntar de más, en medio de un mundo revuelto, donde se necesitan soluciones inmediatas, donde apremian otras cosas, como la sobrevivencia, como la vida del día a día.
Jaider, uno de mis mejores "guías"
Tengo que aceptar que a veces me tocó sentarme un buen rato al lado del camino y dejar que las lágrimas rodaran, sacando la rabia, la impotencia, la tristeza, la frustración. Respirar profundo y seguir adelante no es fácil cuando dan ganas de abandonarlo todo y dedicarse a construir centros de salud, casas, escuelas, carreteras, o cuando uno anda cuestionándose a cada rato sobre por qué carambas no estudió otra cosa “más útil”, como medicina o ingeniería civil o derecho o veterinaria o hasta psicología. 

Investigar, salir, andar, encontrarse con la gente, es siempre investigarse, entrarse, andarse, y encontrarse con uno mismo y sus propios miedos, limitaciones y frustraciones. Y poder sortearlas es tal vez una de las grandes conquistas, tesis e investigaciones logradas. Menos mal que por el camino hay gente, siempre hay gente bella, que lo agarra a uno de la mano, le contagia sus risas, le comparte una buena historia y le regalan abrazos y cariños que ayudan a secar las lágrimas y a recobrar el coraje. Gente guerrera, con historias de vida increíbles y con miles de cosas por enseñar, que hacen que valga la pena recorrer, que uno termine amando la trama más que el desenlace y que obviamente como bien sabe decirlo Kavafis, le den sentido a las Ítacas.

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