Corriendo hacia los 29
Hay quienes celebran
bebiendo, de fiesta, con comida familiar, con ponqué y regalos, o
silenciosamente como si fuera un día cualquiera. Yo decidí correr
para encontrarme los 29 de frente y con las piernas adoloridas.
Fueron 10 kilómetros a 2650 metros de altura, bajo el soleado cielo
bogotano y con la buena vibra de mi gente querida. Pero aunque la
competencia duró un poco más de 58 minutos, y yo corrí con toda la
energía y con el corazón casi saliendo por la boca, esta carrera
comenzó hace más de un mes cuando sentí que necesitaba soltar algo
bien pesado que venia cargando (y aunque no lo crean no eran kilos de más), y que debía
hacer algo nuevo para renovarme y para celebrar la vida.
Así que comencé a correr
un poco(ton) cada día. Los que me conocen saben que correr siempre
ha sido uno de mis mejores planes. Comenzar y acabar el año
corriendo, se ha convertido en una deliciosa tradición. Y son
testigos de mis pasos ciudades como Floripa, Caracas, La Habana, así
como las playas de Ecuador y de Perú, las veredas del valle de Tensa
(Boyacá), de Samaná, Salamina y Pácora (Caldas), de Une y de
Caquezá (en el Oriente de Cundinamarca) y las calles de Turbo,
Medellín, Calí, Bogotá y de Chía, pues corriendo por entre sus
paisajes he encontrado la inspiración perdida para páginas en
blanco, la calma para afrontar todo tipo de dificultades y un cierto
equilibrio para mi vida.
Pero hace un poco más de
un mes comencé a correr para renovarme y llegar ligera a los 29.
Corrí casi todos los días, a veces 35, 45, 55, 65 y hasta 70
minutos, tal vez entre 5 y 12 kilómetros al día. Corrí en las
calles de Medellín, de Marinilla, de El Encanto, de El Santuario, de
Bogotá y de Chía principalmente. Con días soleados, lluviosos,
grises, frescos y calurosos. Corrí en las mañanas, madrugándole a
la rutina, al medio día antes de almorzar, en las tardes con el sol
de 5 amenizando mi camino y a veces en la noche con luz de luna.
Corrí con algunos amigos, pero principalmente sola, o bueno,
acompañada de Fito, de Ryan Bingham, de las 1280, de Orishas, de los
Stones, de Janis Joplin, del Teatro Mágico, de la Etnnia, de Def
Leppard y de Drexler.
Corrí cada día soltando
un poco, dejando que los pensamientos, que a veces se estancaban en
mi cabeza (haciendo un tracón de ideas peores que los de las calles
de Bogotá los sábados por la tarde, o de la Rua das Rendeiras de
Floripa en pleno verano) pasaran, que vinieran por donde tenían que
venir y se fuera por donde habían llegado. Así me concentré, tal
vez como lo hacen quienes meditan, en dedicarle 35, 45, 55, 65 y
hasta 70 minutos al día a ayudar a descongestionar mi tráfico
mental, corriendo. Agotando físicamente, como bien dice Murakami,
esas partes de mi desencanto y descontento, y recobrando mi fuerza
por el camino.
Con días de mucho trabajo
físico (caminatas, visitas a fincas, viajes exhaustivos) salir a
correr fue como un regaño, una obligación que cumplir,
afortunadamente fueron sólo unos pocos. En los días difíciles,
cuando el trabajo de campo no salía bien, cuando la dissertação
parecía un grillete en el cuello y cuando me parecía que el mundo
estaba de fiesta “y yo aquí”, ponerse la pantaloneta, amarrarse
los zapatos y salir a correr fue lo único que tuvo sentido. Y es que
después de correr el mundo parece más bonito, como si lo que andaba
gris se coloreara y como si lo pesado que andaba por ahí pesándome, se
desvaneciera. Nada como andar “a toda” por una autopista de 4
carriles desocupada, más aún si unos minutos antes uno andaba
atascado en un embotellamiento en el que no se movía nada por varias
horas.
Y bueno, aparte de un par
de “problemas” que pasaron por la mordida de un perro en la
pierna izquierda (que necesitó inyección contra tétano y
antibiótico por una semana) hasta un “bendito” espasmo muscular en
el lado derecho de TODA la espalda, que casí me hace desistir de la
competencia un par de días antes, todo marcho sobre ruedas. La
carrera fue bien bonita: 5500 corredores, cielo azul, ambiente
deportivo, buena compañía, perfecta música en mi mp3, los cerros
orientales y las calles del norte de Bogotá amenizando el paisaje,
una organización impecable y yo fortalecida, ligera, libre y
renovada, corrí con la mejor energía.
Entonces, aqui estoy ahora, listica
para los 29, con las piernas adoloridas, una ampolla en el pie
derecho, unas secuelas de espasmo en la espalda, un par de cicatrices
de colmillos en el gemelo izquierdo, una medalla colgando al cuello y
especialmente una energía y una alegría nuevas, fruto de un objetivo
realizado, de un peso liberado y de un montón de kilómetros,
calles, paisajes, ciudades, días, climas, canciones, pensamientos e
ideas corridas, que me trajeron aquí fuerte, renovada y con un año
nuevo de vida. ¡Que sean grandiosos estos 29, espero me traigan
muchas, nuevas y largas “corridas”!. Besos a todos y los
veo por ahí corriendo.
O aniversário é teu, o presente nosso. Como sempre amei teu texto e me emocionei... saudades e parabéns em todos os sentidos!
ResponderExcluirBeijos!!!
A medida que seguia las lineas del texto de tu historia, podia comprender ese sentido que le encuentras a cosas tan sencillas como correr, tal cual como alguna vez (mas o menos hace un año o menos creo)se lo diste al sencillo placer de nadar... cuidate ita!!!
ResponderExcluirQue bonito Laura, me sentí corriendo también contigo. Ya sabes que estas piernas que me cargan son adictas a esas cosas tan sencillas como el descanso después de correr. Felicidades por los años que avanzan viendote correr, o nadar y pensar mientras te curas y curas. MMmm, tengo un reclamo... ahí te hablo. jajaaj.
ResponderExcluir@Je m'appelle Luciane. Obrigada Lulu, temos que celebrar juntas quando eu voltar. Beijão.
ResponderExcluir@Julian Alfonso Sanabria Vale Juliancho por pasar por aquí como siempre. Un abrazote
ResponderExcluir@MuisKanoba Gracias por tus palabritas y tus buenos deseos, mmm quedo curiosa con el reclamo...un beso!
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