A pesar de todo
Cocorná Antioquia
– octubre de 1992
A la vereda, en medio de la noche, llegaron varios hombres armados y
uniformados. Tenían una lista en mano y sabían exactamente lo que buscaban.
Tocaron la puerta de la casa diciendo que eran del ejercito. La primera en
salir fue una de las hermanas mayores, a quién mataron inmediatamente, aunque
no era a ella a quién buscaban. La madre de los 11 hijos que vivían en la
pequeña casa rural, estaba embarazada y no quiso despertar a su esposo, porque
siempre la andaba regañando y maltratando por no hacerse cargo de los hijos
“sin dar problema”, entonces salió a la puerta, allí la recibieron con un golpe
de fusil en la cabeza y con varios golpes de machete que la mataron enseguida.
Gritando salió uno de los hijos con su esposa, a los dos les dispararon y
mataron. Finalmente salió Amanda, era ella, según los hombres armados, la que
había causado todo este problema.
Era una joven bellísima, un cuerpo de modelo
y una carita de angel. Su pecado ser novia de un soldado del ejercito. Había
sido amenazada por un primo que estaba en la guerrilla, le había dicho que iba
a matar a toda la familia por ser unos sapos. Y ahí estaban los hombres de
frente 9 de las FARC, que hacían presencia en la zona desde mediados de los
años 80, cumpliendo la amenaza. Amanda recibió más de 10 tiros, la golpearon y
le desfiguraron la cara a machete. Nadie sabe cómo sobrevivió. El último en
salir fue el papá a quien mataron con varios disparos. Los niños gritaban y
lloraban escondidos bajo las camas. La única que pudo moverse en medio de todo
ese infierno fue Soraida, la menor, la muñequita de la casa. Tenía apenas nueve
meses, era una chiquitina pilosa que gateaba con destreza. Los vecinos la
encontraron toda llena de sangre, llorando sobre el cuerpo de su papá que yacía
en la puerta de la casa, junto con los otros miembros de su familia asesinados.
A cargo de todos esos chiquitines quedó una jovencita de 15 años, que
trágicamente se había convertido en la hermana mayor. Justo después de la
masacre había llegado la Cruz Roja y el ejercito, pero no hubo ninguna ayuda,
por el contrario, decían que la familia se había buscado la muerte por meterse
con la guerrilla. Cada uno de los chiquitines sobrevivientes pasaron por varios
lugares y familias, entre Bogotá, El
Santuario y Cocorná... hasta debajo de un puente en Medellín vivieron por un
tiempo. En el 98 Soraida regresó a la finca, gracias a un hermano mayor, que
había salido de la casa años antes de la masacre. Tenía 5 hijos y una esposa y
se hizo responsable de ella.
Nadie sabe la razón pero ese mismo año la guerrilla volvió a buscarlo, él
bajaba al pueblo a comprar mercado con 10 mil pesos que tenia ahorrados. Habían
salido a despedirlo una de las hijas pequeñas y Soraida, cuando la guerrilla
llegó. Ellas se escondieron en la maleza y él corrió hasta el río, no lo
hubieran alcanzado, si no fue porque se enredó con un alambre. Allí lo mataron.
Allí mientras su hijita y su hermanita veían todo. Allí en la misma finca donde
se había salvado de morir unos años antes. Un pajarito asustado llegó volando
hasta la casa a avisarle a su esposa, quién encontró las niñas llorando
escondidas entre los árboles y a su esposo muerto en el rio.
El Santuario, Antioquia, Agosto de 2011
Con los ojos “enmarejados”, una mirada calma y una hermosa sonrisa, Soraida me cuenta su historia como quien le cuenta un chisme a un vecino. Tiene 19 años y atiende un puesto de celulares a media cuadra del parque principal. A veces para de hablar para atender a un niño, a un campesino o a cualquier otra persona que quiere comprar un celular, hacer una llamada o preguntar por algún producto. Hace dos años se graduó del colegio y desde entonces trabaja en la tienda de celulares ayudando a sus nuevos padres, quienes la recibieron cuando tenía 8 años después de haberlo perdido casi todo. También trabaja en un proyecto de educación con una mujer de nacionalidad Suiza, es un proyecto con niños de veredas rurales y a veces Soraida va a las veredas a jugar y aprehender con los chiquitos, dice que eso es lo que más le gusta, ver la cara y las sonrisas de los “enanitos” que le recuerdan a sus hermanos y a ella misma cuando estaba en Cocorná.
Con los ojos “enmarejados”, una mirada calma y una hermosa sonrisa, Soraida me cuenta su historia como quien le cuenta un chisme a un vecino. Tiene 19 años y atiende un puesto de celulares a media cuadra del parque principal. A veces para de hablar para atender a un niño, a un campesino o a cualquier otra persona que quiere comprar un celular, hacer una llamada o preguntar por algún producto. Hace dos años se graduó del colegio y desde entonces trabaja en la tienda de celulares ayudando a sus nuevos padres, quienes la recibieron cuando tenía 8 años después de haberlo perdido casi todo. También trabaja en un proyecto de educación con una mujer de nacionalidad Suiza, es un proyecto con niños de veredas rurales y a veces Soraida va a las veredas a jugar y aprehender con los chiquitos, dice que eso es lo que más le gusta, ver la cara y las sonrisas de los “enanitos” que le recuerdan a sus hermanos y a ella misma cuando estaba en Cocorná.
Atiende a todos los que llegan, con una dulzura especial, y cuando se van
me cuenta un poco de la historia de cada uno, aquel es un niño berraquito,
guerrero, no tiene 10 años y es el que lleva la comida a la casa, trabaja en lo
que le sale, como ayudante de bus, cargando bultos en la plaza, limpiando
techos y también estudia en el colegio...ese señor vive en una vereda que queda
lejísimos, ¿si le ve las botas llenas de barro? Pues debe venir caminando
porque por allá no hay transporte... esa señora quedo viuda hace varios años,
pues la guerrilla le mató al esposo y quedó con 4 niños pequeñitos...
Me dice que quiere estudiar medicina, que quiere ser doctora y ayudar a los
enfermos, pero que no ha podido pasar a la universidad pública y no tiene plata
para estudiar en una privada. Ahora esta pensando en estudiar otra cosa, tal
vez ingeniería ambiental o algo así, porque lo de medicina esta difícil. Cuando
le pregunto que por qué quiere ser médica, me dice que siempre la han gustado
las cosas de hospital, ayudar a los enfermos, tal vez porque ella pasó mucho
tiempo en hospitales, hace un tiempo por una apendicitis que se le complicó y
hace un par de años por sus problemas al corazón. Se abre un poco la camisa y
me muestra una partecita de una cicatriz de cirugía de corazón abierto que se
esconde en el centro de su pecho. Mira hacia la esquina de la calle justo donde
queda el colegio y continua... estaba haciendo el último grado, ni pude
estudiar nada, aunque yo quería que me mandaran las tareas para entretenerme,
para no atrasarme, pero los profesores no me dejaban, decía que yo había pasado
todas las materias, que ya había pasado el año, que me concentrara en mi
corazón. Y es que desde pequeñita tuve el corazón malo, los doctores dicen que
se me “abrió” a los nueve meses, cuando viví la muerte de mi familia, yo no
recuerdo mucho, pero imagino que debió ser un momento muy doloroso y mi corazón
no aguantó y se quebró un poco. Entonces tuvieron que repararlo, “cerrarlo”,
porque no podía seguir viviendo así, era peligroso. Salí bien de la cirugía,
ahora puedo hacer todo, quede casi normal.
Me habla en un tono bajo como quien recuerda algo lejano, pesado y de vez
en cuando me mira y se ríe a carcajadas, dice que hago unas muecas chistosas,
que parezco escuchando una historia de terror. Sonrío pensando que de cierta
manera tiene razón, entonces ella me mira inclinando un poco la cara y con la
misma expresión de ternura con la que atiende a quienes entran al puesto de
celulares, me dice en el mismo tono bajo, que no me preocupe, que su corazón
ahora es fuerte de nuevo, que se tardó casi 18 años para sanarse, para
cerrarse, para repararse, que la guerra y la muerte de su familia se lo habían
quebrado, lo habían dejado abierto por muchos años, pero que su nueva familia,
sus amigos y los médicos habían logrado cerrarlo y dejarlo como nuevo, sólo le
quedaba esa cicatriz que guardaba con cariño en su pecho, como una herida de
guerra y una prueba de que a pesar de todo, de TODO, las cosas pueden
repararse, la vida mejora y el corazón sana.
No hay nada que decir porque el solo leerlo te deja asi, sin palabras... Abraços ita
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